lunes, 31 de agosto de 2009

Poesía (Sí) Narrativa (No)

POESÍA (SÍ), NARRATIVA (NO)

[Texto probablemente escrito justo después de la muerte de Víctor Amador, final de los 80’s, principio de los 90]

En los últimos meses he tenido que experimentar lo siguiente con respecto al quehacer poético:

1. Compito en un concurso. Gano un premio en Puerto Rico, no sé cuál. Llamo a preguntar si es necesario que asista a la lectura del laudo. Estoy cuidando a mi compañero, que va a morir poco meses mas tarde. El viajar ameritaría una serie de arreglos. La voz al otro lado del teléfono contesta: “No, no me parece necesario que viajes. Si hubieras ganado un premio importante me acordaría de tu nombre, pero no me acuerdo.” Y luego: “Oye, ¿tú eres puertorriqueño? Porque tu acento no lo parece.” Cuando le aseguro que soy puertorriqueño, añade: “Ah, pero suenas como un latinoamericano.” Sin querer, y para mi sorpresa, esta voz ha descubierto el secreto de mi identidad y quehacer poético—latinoamericano antes que puertorriqueño—, y a la vez abre una sospecha acerca de las razones por las que no se me otorga “un premio importante.” Cuando comento lo sucedido con compañeros poetas que como yo laboran desde Nueva York, y les informo que tengo unas medias ganas de rechazar el premio, me informan que no debo hacerlo, que “para que un puertorriqueño de Nueva York se gane cualquier premio en la isla necesita ser mejor que Neruda.” Otros, que han enviados muestrarios y nunca han recibido respuesta, comentan: “tan pronto ven una dirección postal de Nueva York tiran el sobre a la basura.”

2) Decido publicar un libro de poemas de mi propio bolsillo. Cando me llega, descubro que junto a la © no aparece mi nombre sino el nombre del poeta dominicano que lo imprime, Modesto Galán.. Cuando le pregunto acerca de este error, cuyo efecto neto es el de quitarme los derechos de autor, me contesta en el tono más inocente del mundo: “!AH, yo creía que la © significaba ‘créditos!’”

3) Participo en otro concurso en el que se anuncian diez premios con bombos y platillos. Se anuncia al fin el laudo, seis meses tarde. El primer premio se declara desierto, porque el ganador ya había publicado dos de los diez poemas que cada concursante tenía que someter. Hay un segundo y un tercer premio, y una mención. Seis menciones se declaran desiertas. Protesto por escrito y se me informa que “por razones de espacio” la carta no se podría publicar en la revista de la institución que patrocina el evento.

4) A través de una amiga que asiste a conferencias me entero que en Washington, en una reunión del Fondo Nacional para las Humanidades (NEH), un imbecil y prominente crítico del cono Sur declara abiertamente que la novela es un arte más elevado que la poesía porque exige más disciplina por parte del autor.

5) Recibo carta de un distribuidor que accede a incluir mis poemarios en su catálogo. Contiene un párrafo que quiere evitarme decepciones pero que en realidad revela el ethos y también el pathos del quehacer poético actual: “En cuanto a la venta, no se haga esperanzas, ya que si alguno lo compra será un amigo o un curioso y es que la poesía no es artículo de venta. Pero al menos se enteran de la publicación.”

6) Comienzan a llegar comentarios y rumores de comentarios sobre los poemarios recién publicados. Algunos me divierten, otros me horrorizan. Me doy cuenta que lo que he escrito y lo que otros han leído son textos totalmente diferentes. Comienzo a creer que es cierto el axioma de que toda lectura es una lectura errada. También hay quien comienza a “verticalizar” mi producción, a crear categorías de excelencia que constituyen una jerarquización de mi poesía: este libro es mejor que el otro. ¿Cómo decirles que cada texto es un mundo aparte?

Así que ése soy yo, un poeta varado en “la era de la narrativa,” ¿Y qué he aprendido? Que la poesía es menos difícil que producir que la novela y por lo tanto es “menos arte.” Que al contrario de la novela, no se ha convertido en objeto de consumo—en artefacto de mercadeo. Que al poeta se le clasifica menos por la excelencia de su oficio que por su aceptación/rechazo de ideologías operantes. Que la poesía no comunica sino a través de las malas lecturas/interpretaciones que de ella hacen lectores y críticos. En otras palabras: que puede que nadie llegue a ver el mundo desde los ojos que le presto, ni a pararse dentro de mis zapatos.

No en balde me he levantado esta mañana a escribir un cuento.

Y hay más. La tortura de participar en innumerables lecturas con poetas hinchados de sí mismos, a cuya mediocridad se une una reputación menos poética que social. Éstos son los que precisamente me causan mas daño. Si a lo que leen se le llama poesía y se la aplaude como tal, ¿bajo qué normas hago lo imposible por diferenciarme de ellos? No tengo críticos que me entiendan, público que me atienda y unos criterios de excelencia que me guíen. Entonces, ¿qué tengo?

Ah, pero es que la poesía, dicen por ahí, es un acto terriblemente solitario.

Y sigo pensando, intentando elucidar esta criatura radicalmente marginada que soy.

Cuantas veces me han dicho: escribe una novela que eso si se vende. Escribe teatro. Este año, los infelices profesores universitarios de español elemental que se reúnen de vez en cuando a ejercitar lo que les queda de materia gris han decidido que el teatro es el próximo campo de ejercicios aeróbicos que llaman “critica literaria.” Mi pobre talento, malgastado en poesía. Narrativa, teatro. Y amedrentado asisto a talleres como un niño bueno, aprendo a escribir cuento, hago pinitos dramáticos, comienzo a sentir una tentativa hinchazón espiritual que identifico como el principio de una saludable soberbia artística porque descubro que, en efecto, si me lo propongo puedo ser tan cuentista como cualquiera.

Pero una madrugada cualquiera me rodean los muertos, me abren la boca, se desangran sobre mi garganta, me perforan las pupilas para que vea, me perforan los tímpanos para que escuche, y la urgencia del mensaje es tal que no puedo esperar a las trescientas páginas de una novela, a las diez paginas de un cuento, a los cuatro actos de una tragedia, hay una forma de descargar, de dar vocear la inmediatez de la experiencia.

El poema.

Ahora bien, Quizás una primera categoría para separar la buena de la mala poesía sea su grado de inmediatez. Y hago una salvedad: no me refiero a la poesía épica. Ni La commedia, ni El paraíso perdido, ni La araucana afectan por su inmediatez. La poesía narrativa surte el mismo efecto que la prosa. Hay poemas que conectan al lector con el texto y con el autor. El lector penetra en otra dimensión o esfera que va más allá de la correcta postura política o social. Un buen poema se percibe como un dolor agudo en la entraña, una falta de respiración, un “ay mi madre” y, si el lector es también poeta, una sana envidia total, un “quisiera haber escrito esto.” Este es el efecto que líneas como éstas tienen sobre mí. Forman parte integral de mis estructuras de percepción—modos alternos de conocer lo que me rodea:

!Ah les voix des enfants chantant sur la coupole !

Siento pavor de la belleza. ¿Quién se atreverá a condenarme/si esta gran luna de mi soledad me perdona?

I knew a woman/.lovely in her bones/she moved in circles/ and those circles moved

Beauty is momentary in the mind/the fitful tracing of a portal,/but in the flesh, it is immortal.

Con todo respeto. La narrativa tiene una inmediatez cronológica. A medida que se lee una novela uno se adentra en ella, pero a medida que la termina inevitablemente sale. La catarsis, si es que ocurre, es completa—crea una verdadera purgación de las pasiones (lo que distingue una novela como Cien años de soledad, por ejemplo, de las burdas imitaciones que están tan de moda simplemente porque alguna “feminista” las escribe), pero también un dejar atrás, un “olvido”. Propongo que el poema, cuando cumple su función, provoca el efecto totalmente contrario. No purga las pasiones, sin las exacerba, las recrudece. Deja al lector en un estado de tensión sin resolver, no le permite crear una distancia entre el texto y él. La poesía no se lee; se re/hace. Si uno olvida la totalidad de un poema, siempre se le queda adentro un fragmento, una esquirla, incrustada en algún receso de la memoria, una línea, una estrofa, una imagen que cuando uno menos se lo espera reaparece, recreando un dolor nunca del todo restañado:

Ya no la quiero es cierto, ¡pero cuánto la quise!

È ancora/ tua vita, sangue tua nelle mie vene.

We were very tired. we were very merry/We had gone back and forth all night in the ferry

Il pleut dans mon coeur comme il pleut sur la ville

La dimensión literal de la narrativa la proletariza, hace que cualquier lector “la entienda” a nivel puramente cronológico. Otra salvedad: existen novelas herméticas cuyo lugar en el canon se determina a través de un lector informado o culto: Rayuela, el Ulises. Pero estas novelas no forman parte de la narrativa comercial que constituye la producción de los escritores del “boom” —novelas, por demás muy buenas, pero que si hubieran sido “difíciles” no hubieran tenido ningún éxito comercial. Cualquier novela se puede leer sin que exista por parte del lector una comprensión de sus niveles de significado. Y existe todo un grupo de subgéneros que solo tienen un nivel literal, el equivalente narrativo de las hamburguesas y las papas fritas, desde las novelitas románticas que leen las señoras hasta las pornográficas que leen sus maridos. Narrativa para las masas.

En cambio, es difícil concebir en una poesía para las masas. Al contrario, se le niega valor a cualquier poeta que sea demasiado “popular.” Y pienso en el infeliz José Ángel Buesa, el “poeta de las sirvientas” de mi infancia, de quien los letrados se reirán toda la vida, pero de quien la gleba recuerda estas líneas inmortales: “este domingo triste pienso en ti dulcemente/ y mi vieja mentira de olvido ya no miente.” Ese es uno de mis poemas de cabecera, Cuando me largué de la isla del espanto mis estudiantes me llevaron varios regalos al aeropuerto, y entre ellos, una antología de Buesa. Fue el primero en hacerme llorar al leer un poema y ahora, cuando me rodea la muerte, comprendo la intensidad y el horror de: “Si estuvieras conmigo, amor que no volviste/ ¡qué alegre me sería este domingo triste!”

El poema funciona siempre a nivel individual, no colectivo—y vuelvo a aclarar que no me refiero a la épica, sino a la lírica. Recuerdo los comentarios de un amigo: “Estamos educados para consumir lo visible”; “ La música de hoy en día no se escucha, se ve.” La poesía se mueve de lo visible a lo invisible; detrás de cada imagen existe todo un universo que se abre solamente a traes del ejercicio de la imaginación activa. Ver lo invisible. Percibir lo imperceptible. Posibilitar lo imposible. La poesía NO se entiende; es, de todas las artes, la más impenetrable a la función lógica, al logos. Por lo tanto, el lector de poesía—y debiera existir otra palabra para tal criatura, que significara “aquel que percibe a través de la imagen que otro le proporciona”—constituye parte de una élite, un grupo que no experimenta la realidad de la misma forma que la mayoría de la especie.

No es que sea “mejor” que el común de la humanidad, aunque habrá quien señala la existencia de una aristocracia compuesta de poetas y sus lectores. Por el contrario, en mi experiencia, este grupo proporcionalmente contiene una mayor cantidad de individuos marginados, cuyas vidas, extrañas, violentas, reflejan una indiferencia hacia toda norma. Tal indiferencia es la causa principal de que los buenos burgueses que se dedican a la enseñanza de literatura y crítica literaria intenten por todos los medios posibles divorciar al poeta de su obra, ya sea en estudios que excluyen datos biográficos o en estudios que abiertamente los manipulan y distorsionan. Objetivo: normatizar/ normalizar al disidente, poeta o texto. Caso Dickinson, caso Whitman, caso Silva, caso Rubiayat, caso Miguel Ángel.

La poesía, porque apela al sentimiento individual y no al logos colectivo, nunca tendrá la acogida comercial de la narrativa. Pero cuando le comenté ésto a una compañera, me respondió que sin embargo las lecturas de poesía atraen público. Yo mismo recuerdo asistir, en una de las zonas menos “hidalguizadas” de Nueva York, en un lugar que parecía una ratonera de cantazo, a una lectura abarrotada. donde Allen Ginsberg presentaba a Nicanor Parra. Lo mismo ocurrió en otra lectura en la que participé—poetas latinoamericanos en Nueva York. O sea, que hay público cuando la poesía se vuelve representación, pero no hay compradores para los libros de poesía.

La responsabilidad por tal situación recae sobre aquellos que hacen y deshacen los mercados culturales: críticos, editoriales, distribuidores y libreros. Es fácil montar una tramoya publicitaria para una novela mediocre y conseguir lectores que por estar a la moda la compren. No así para un poeta mediocre. También entran en juego factores extrínsecos al quehacer literario, sobre todo los que tienen que ver con las luchas de poder existentes. Las mujeres se cantan y se lloran, y a ninguna se le ocurre señalar que lo que otra escribe no sirve. En cuanto a los libreros, siempre ofrecen la excusa de que venden lo que el público compra; y el público pide lo que el mercado les vende y los críticos—compinches del mercado—les promocionan. Todo se reduce a mercadeo, propaganda. A nadie le interesa crear un lector pensante que asocie el momento oral/ auditivo de la poesía con el momento de la lectura reflexiva y silenciosa. Nadie se ocupa de montar una plataforma propagandística para los poetas y la poesía.

El aparato crítico que se construye a lo largo del siglo XIX y del XX para “analizar” literatura se fundamenta en el estudio de la forma literaria burguesa por excelencia, la narrativa. No se estudia poesía porque para entenderla hay que sentirla, y no nada que los burgueses odien más que lo que no “entienden.” Si la poesía ha pasado a un plano secundario, esto tiene que ver menos con su calidad intrínseca que con la creación, por parte de la crítica burguesa (e incluyo a la marxista) del axioma de que la prosa, siendo más asequible a más tipos y niveles de lectores, es más “democrática” –y de paso, mejor producto de consumo.

¿Y qué de las normas intrínsecas que deben regir la creación de un texto poético? No existen. Cualquier semi-analfabeto, si es “sincero” y “se expresa,” hace poesía. En lo que a mí respecta, un poeta lo es mientras comunique. Cuando deja de comunicar, pasa al vasto panteón polvoriento de los olvidados (¿quién se acuerda hoy en día de Longfellow o Gómez de Arce?) Otros no comunican por escribir solipsística o grandilocuentemente, poetas en los que el Logos predomina sobre el Eros, formalmente excelentes pero emocionalmente estériles. Leo esta poesía con curiosidad, a veces hasta la admiro, pero ni me corta la respiración ni me hace que me duela el estómago. No recuerdo un solo verso cuando termino de leerla. Le falta el elemento que considero indispensable en mi propia poesía.

El éxtasis.

Es éste el tipo de declaración que odian los críticos y muchos otros poetas. ¿Qué quiere decir escribir desde el cuerpo a través del cuerpo, y finalmente fuera del cuerpo? ¿Cómo puede un crítico re/vivir, re/crear la pasión de un poeta que escribe con sus cuatro tintas, semen, sudor, lágrimas, sangre? ¿Qué quiere decir: tengo el don de ser uno con el mundo?” Porque así me he definido: “Soy nadie y todo el mundo en uno.”

Escribo convencido, en el momento en que escribo, de que estoy muriendo. Me atraviesan estos dolores exquisitos, me encuentro envuelto en imágenes que son lo único real que percibo, me entrego a la hemorragia de energía de mi mano al papel, termino exhausto como después de un gran orgasmo, me seco o no me seco las lágrimas, miro a mi alrededor sorprendido de estar aún vivo cuando sé que he muerto, que he regresado de una de tantas muertes, que hago sentido cuando sé que he enloquecido, que todavía estoy sentado en la misma silla desde donde despegué hacia regiones inasequibles a los “críticos.”

Para que otro poeta me posea, tengo que reconocer este proceso en lo que escribe, mi propia via dolorosa. La única norma por la que juzgo la poesía ajena.

Post-scriptum: Esto lo escribí cuando la muerte de mi compañero me había transformado en un volcán creativo. Veintiún años después confronto la creación de unas Naciones Unidas o un Vaticano de la poesía, una paródica jerarquía izquierdoide completa con embajadores y cónsules: burgueses poetas por la paz que apoyan las “justas”guerras de liberación, empinan el codo y engullen empanadas y discursos en congresos y lecturas, pavos hinchados cuyo ruido pomposo y prepotente no es canto simple sino cacareo oficialista. Sigo por mi cuenta, violando las leyes de la decencia y el respeto, meando, viniéndome y muriendo en público, enemigo implacable de la mojigatería letrada.


Alfredo Villanueva-Collado

Nueva York, 1988-2009

http://alfavil-grimorio.blogspot.com/

jueves, 27 de agosto de 2009

RAVIOLES A LA ALFREDO

En mi infancia de la parroquia Candelaria en Caracas, a donde iban a parar todos los inmigrantes europeos que huían del desastre económico de la postguerra, jamas se hervían los ravioles, mi pasta favorita. No había tal cosa como ravioles de vegetales. Eran de carne o de queso. Se compraban acabaditos de ensamblar en los abastos italianos. Mi madre los freía y despues los guisaba ligeramente. He recreado la receta:

Ingredientes:
1 caja de ravioles frescos (consigo unos de langosta y camarones que son de puta madre)
Aceite de oliva para freir.
Salsa de tomate o tomates despedazados Pomi (Parmalat, orgánico, no latas sino cajas de cartón, no tiene NADA más que tomates)
Una taza o más de hojas de albahaca.
Sal, pimienta
2 cucharadas de harina o maicena (uso una harina con sabor a trufas. . . .pero no creo que se consiga sino en los niuyores).
1/2 taza vermouth blanco, sequito, barato.
1 taza leche 2%.

Preparación:
Dorar los ravioles por ambos lados.
Añadir el tomate, las especies, la albahaca, el vermouth.
Hacer una salsa blanca con la leche y la harina y añadirla.
Fuego lento por media hora o menos. Si se espesa, más vermouth.

Servir con parmesano rayado. Y galones de Carmenere (el tatarabuelo de los Merlots. Excusivamente chileno)


Bon appetit!

lunes, 24 de agosto de 2009

CACHAPAS A LA ALFREDO

CACHAPAS A LA ALFREDO

Desde mi jubilación me he dedicado a mis tres grandes pasiones: la cristalería (http://sites.google.com/site/loetzandglass/Home/) ; la literatura (este blog) y la cocina.

En efecto, considero esta última como a las otras dos: un arte artesanal. Y por lo tanto, deseo compartir algunas de trucos culinarios y recetas favoritas. Mi primera regla: mantener el proceso tan simple como sea posible. Segundo: escoger la olla adecuada, mientras más grande mejor. Tercero, aprender a no sobrecargar los sabores—otra vez, la simplicidad. Cuarto: eliminar la evidencia, esto es, recoger y lavar a medida que se cocina para que cuando está preparada la comida no parezca que se ha cocinado. Y lo fundamental: tener todo lo que se va a utilizar a mano—tanto instrumentos como ingredientes-- ANTES de comenzar el proceso.

Comencemos con un plato venezolano de mi infancia caraqueña: las cachapas de maíz fresco. Instrumentos: una licuadora, un cuchillo y una sartén doble, preferiblemente de teflón, de las que se usan para tortilla española. La ventaja es que uno puede voltearla para dorar la tortilla sin tener que hacer maromas con un plato o espátula o una plancha grill. Otra sartén muy útil es la que ya trae cuatro depresiones perfectas para frituras pequeñas.

Ingredientes:
2 huevos
1/3 taza de leche
4 cucharadas de harina (que puede ser de maíz o trigo)
1 cucharada de mantequilla
1 cucharadita de polvo de hornear (esto lo aprendí de una venezolana en Internet. Hace la fritura más esponjosa))
1 cucharadita de sal
1 sobrecito de Splenda (o una cucharadita de azúcar)
El maíz desgranado de 4 mazorcas.

Se licuan todos los ingredientes juntos teniendo cuidado que la pasta conserve una textura granosa. Se cubre el fondo de la sartén con la pasta y se cocina a fuego lento hasta que comienza a hacer burbujas y está seca y dorada. Se voltea la fritura y se dora por el otro lado. Se sirve caliente en tajadas con queso blanco (el feta es muy bueno). En realidad, se puede cubrir con lo que uno quiera o tenga a mano. Esta receta da para dos cachapas grandes o varias pequeñas. Yo personalmente prefiero una grande, que se pueda cortar en dos o cuatro pedazos.

jueves, 20 de agosto de 2009

Acabemos con Islam

La religión islámica me hincha las pelotas. La considero totalmente primitiva, una pálida copia tardía del Judaísmo y del Cristianismo, con los que a pesar de las mentiras piadosas de su libro séptico, desprecia coexistir. Religión testosterónica de salvajes para salvajes, como lo remacha la barbárica ley Sharia, hembras envueltas de pies a cabeza, ejecuciones de homosexuales, latigazos públicos por beber cerveza. Una religión que considera los derechos humanos como subversion del orden patriarcal establecido

Y ahora, un cáncer invasor. Llegan de arrimados e inmediatamente comienzan a cuestionar las leyes de cada país, a exigir vivir por las propias, a aprovecharse del respeto occidental por la diferencia para establecer enclaves que no buscan otra cosa que la antigua hegemonía islámica. Pero esa hegemonía no es la del álgebra, la filosofía, la poesía o la Alambra--la última vez que tuvieron cultura y fueron ciudadanos del mundo, no acólitos de los mullahs. Desean establecer la hegemonía del Talibán y Al Quaeda, del terror y el terrorismo, de los machos con el falo en la mano, sementales de balas. Matan a cualquiera que se les oponga, los interfiera.

Hay que expulsarlos de Europa y cualquier otro lugar que ocupen. Que regresen a vivir la barbarie de la que nunca han escapado. La Oriana Fallaci dio en el clavo. Guerra a muerte contra el Islam.

martes, 18 de agosto de 2009

LA FABULA DEL JUANCAMAYO

CONCIERTO PARA PIANO DE RACHMANINOV, UN BOLERO CON AJONJOLÍ Y LA MÚSICA DE UN ACORDEÓN.

Un día miércoles bien en la mañana llovía en los predios de una universidad del sur de la ciudad, embelleciendo aún más el samán y el verde del campo. Se caminó lento, con algo de temblor en las piernas, antes de llegar al salón de clase, para hablar del magnicidio político en Colombia y de mil doscientas ochenta y seis masacres, del juego del ping-pong que los actores armados sometieron a gente indefensa, que como en los campos de concentración existió preparación, planeación e intención determinada. Al salir de clase, supimos que el maestro Escalona había partido de la tierra, pero un pueblo recordó canciones tan hermosas como Alicia Dorada o la Gota fría. El lamento de un acordeón dejando la puerta abierta para unas letras que alimentarán una inspiración y el envío de un carta de Alfredo Afrodito que surge del agua obligaron a tomar nuevamente la pluma para responder desde el afecto a una pluralidad, que tal vez sea yo mismo, y a un poeta, desde el otro lado del espejo, confirmarle que la lectura de sus poemas y de un diario cambiaron un rumbo.

Una caminata por las calles de Chacaito con la alegría de los buhoneros en medio de un Vallenato cantando la historia de un mismo pueblo, que las diferencias de los políticos jamás podrán desunir. Un Viernes Santo en Caracas en la tierra que tanto quiere el poeta atrevido, que sólo justifica la memoria para acabar las rancherías, y que brinda desde un poema el éxtasis al cuerpo del Che, pero desde una realidad se ha escuchado a los estalinistas criticar a los “postmodernos” por ser los más reaccionarios y justificar desde un escenario público lo injustificable. También está el historiador oficial que decreta el olvido, que acapara la palabra en una conmemoración preparatoria del bicentenario de la independencia, afortunadamente parcialmente al traste sus intenciones por el deseo de una mujer, que sueña con la felicidad que le proporcionan veinte y ocho mancebos desnudos.

Sin remilgos se aceptó los dos carambolos, la pera y una manzana que trae el amante. Pasamos desnudos, con la cortina abierta, un día de fiesta con la poesía de León de Greiff, Castro Saavedra y los comentarios pertinentes a un poema de Rafael Pombo. Se aprende que un arco iris se produce por el agua de la atmósfera, que los diferentes colores son producto de la diversidad de la longitud de onda. Se vive la Jouissance, cambiando la penúltima estrofa del poema del mismo nombre: “ la tarde soleada y larga se disuelve a plazos” manteniéndose en el corazón, en ese mismo diccionario que sabe guardar muy bien un poeta que canta con dolor a su Borinquen del alma.

Juan Carlos Mayor, relectura de La voz de la mujer que llevo dentro
Cali, 18 de agosto del 2009.

LA FÁBULA DEL JUANCAMAYO
Un hombre triste y solitario, sentado en su escritorio, contemplando la marejada de cemento que amenaza reventarle las ventanas.

Tocan a la puerta. Dice: está abierto. Y entra el pájaro más famélico y flaco que jamás se viera. Tan flaco que los pantalones le cuelgan en la raja del culo desemplumado. Tan famélico que lo colorea ese matiz amarilloso de los muertos de hambre. Tan cansado que se desploma en una silla. Un juancamayo. El hombre dice: en que puedo auxiliarte.

El juancamayo contesta: quiero aprender idiomas exóticos y nuevos, quiero volar a otros lugares, quiero nido y espacio, libertad y celda , quiero, quiero.

El hombre responde: ésta es la dirección de mi jaula. Ven, si te sale de los forros.

Y el juancamayo se aparece tarde una noche. El hombre le brinda semillas y líquidos. Le acaricia lugares donde no crecen plumas. Le jura que renacerán bajo el contacto de su boca sabia.

El juancamayo se deja hacer. Se va. Regresa y desaparece de nuevo, buscando el espacio que no existe. No puede con la libertad excesiva de los caminos del viento. Reaparece, para un tiempo de total maravilloso plumaje y lenguaje, de comuniones y violencia. Tiempo fuera de los relojes, convertido en memoria.

Pero la madre juancamaya le tiende una trampa. Se hace la agonizante para que retorne al nido paterno. El juancamayo, buen hijo, vuela hacia los brazos de los semejantes que lo esperan en noches de desenfreno bajo la cómplice mirada materna: mi pichoncito ha regresado a casa

Un último intento de rescate. El hombre sufre un ataque terminal de tristeza. Se tira al desperdicio, hace los trámites para la importación de pájaros exóticos. Va a buscarlo. Pero los cancerberos del zoológico no lo permiten.

Esa última noche. Esa última noche. Nunca el dolor se ha podido arrancar de las paredes como esa noche. Vuelan los muslos y las plumas, pájaro y hombre hechos una misma masa de carne y angustia.

Y después, el hombre, en su cómoda jaula vacía. El juancamayo en su jaula vacía y dispersa. Cada uno fijo en lo que no fue y pudo haber sido. Cada uno habiendo superado lo que no se supera, viviendo la mentira y la nostalgia. Uno sin alas, otro sin refugio. Buscándose. Extrañándose.

De vez en cuando se encuentran en las corrientes indiferentes del ciberespacio.

Alfredo Villanueva Collado
Nueva York, 19 de agosto del 2009

JULIA CHILD Y EL PAVO CHINO

88. JULIA CHILD Y EL PAVO CHINO
Siempre ha sido excesivamente hiper-imaginativo, cualidad que ha hecho que muchos le quieran, pero que ocasionalmente lleva a desastres. Ambos temblamos ante la temida fecha del desabrido pavo anual mas, como tenemos varios invitados, decidimos permanecer tradicionales. En una revista encuentro una sección sobre cocinas étnicas, y él escoge la receta; pavo con relleno chino. Estamos al borde de otra de nuestras grandes aventuras culinarias a la Julia Child.

La receta pide arroz aglutinante, salchichón de pato y setas secas, todo lo cual adquirimos eficientemente en uno de esos mercaditos de Chinatown en los que nadie habla inglés, y uno señala con el dedo y paga. Las instrucciones indican que el arroz ha de remojarse en agua por ocho horas, al igual que las setas. La mañana del festín, corta el salchichón, mezcla los ingredientes, sazona y rellena el pavo, colocándolo en el horno unas tres horas antes de que lleguen los siete invitados. Mientras esperamos, abrimos una botella de buen vino.

Aproximadamente dos horas después, ocurre una gran explosión. Corremos a la cocina y encontramos la puerta del horno abierta de par en par y el pájaro fuera de su bandeja de aluminio. Hay bolas de arroz, pedazos de setas y salchichón en el techo, las paredes, el suelo. El arroz se ha expandido con el calor y ha reventado el pavo como si le hubiera pegado una bala de mortero. Julia Child Jr. lo ha rellenado de más. Falta una hora para que lleguen los invitados.

Admirablemente, no pierde el control. Mientras intento recoger un poco me recuerda que la Diosa Suprema de los cocineros, cuyo programa hemos visto religiosamente por años, ha dicho en más de una ocasión que salvar “accidentes” es parte esencial de toda gran cocina. Murmurando, “¿qué haría Julia Child, qué haría Julia Child?” pone manos a la obra, redistribuyendo el relleno que queda, cosiendo la apertura con hilo verde, y cubriendo la cicatriz artísticamente con ramitas de perejil. El infeliz pájaro parece ahora una sobredecorada matrona victoriana, pero a los invitados no les importa. Cuando llegan, alaban al cocinero extravagantemente, devoran el pavo mutilado, y hasta ayudan en la limpieza del techo y las paredes.

88. JULIA CHILD AND CHINESE TURKEY

He is nothing if not hyper-imaginative, a quality that endears him to most but at times can lead to disaster. We both always hate that dreaded Thanksgiving turkey dinner and yet, because we have invited several friends for the feast, want to stay more or less traditional. In a magazine I find a section on culinary ethnic diversity. He picks the recipe: turkey with Chinese stuffing. We are about to embark in another one of our great Julia Child adventures.

The recipe calls for glutinous rice, duck sausage and dried mushrooms, all of which are promptly acquired in one of those musty Chinatown supermarkets where no one speaks English and one points to something and pays for it. The recipe asks for an eight-hour soaking of the rice and the mushrooms, done overnight. Thanksgiving morning, the sausage is duly cut, the 14 pound bird seasoned, stuffed with the new and original mixture and placed in the oven about two hours before the seven guests are due to arrive. Then we settle to some wine and relaxation.

About and hour and a half into the cooking, there is a loud explosion and we run into the kitchen. The oven door is wide open and our precious bird half way out of its aluminum pan. There are gobs of glutinous rice and bits of sausage and mushroom on the ceiling, the wall, the floor. The rice has expanded with the heat and blown the bird open as if it had been hit with a mortar shell. Mr. Julia Child Junior has overstuffed it, and it is less than an hour before the guests are due.

Admirably, he does not loose his cool. While I try to clean up the mess he reminds me that the Grand Mistress of all cooks, whose program we have watched religiously for years, has in more than one occasion stated that salvaging “accidents” is an essential operation of all grand cuisine.. Muttering, “what would Julia do, what would Julia do?” he sets to work, rearranging the stuffing that is left, sewing up the hole in the poor bird’s chest with green thread and covering the wound artistically with some springs of parsley. The hapless turkey now looks like an overly decorated Victorian matron, but our guests do not mind. When they arrive, they praise the cook extravagantly, devour the whole damned bird and even help us with the cleaning of what remains stuck to the walls and ceiling.

lunes, 17 de agosto de 2009

THE TRUTH ABOUT AMERIKA’S MIRAGE.

THE TRUTH ABOUT AMERIKA’S MIRAGE.

The recent and continuing debacle over health care reform and the tactics utilized to destroy the concept of the right to universal medical care show clearly how the North Amerikan people suffer from a perpetually permanent mental deficiency when it comes to taking responsibility for the public body.


In other words, no one wants to pay for another through taxation needed for all to have insurance coverage. They prefer for the government NOT to provide services. They prefer for insurance companies and the pharmaceutical-medical complex to continue their shamelessly open plundering of private and public funds. Fuck naive Christianity. Churches are ruled by the gospel of narcissism: I DO NOT have to love my neighbor as I love myself. That is the reason they worship firearms, their true God, permanent marker of the underdeveloped psychic condition through which they acquire their repugnant phallic national identity.

A totalitarian and fascist identity masking as inclusive liberalism, as Christian doctrine. An identity that spawns the Republican Party, scores of religious denominations, the Democrat “blue dogs,” teenagers beheading relatives and hunting classmates, psychopaths waiting for the end of the world while sitting on arsenals, grimly determined to survive by killing their neighbors.

A remorseless capitalist identity. Those rights other industrialized countries recognize as fundamental—the right to health, education, housing, food—are shameless market commodities in Amerika. They are not provided. They are sold to the highest bidder.They are denied to those who cannot pay. In order to protect the chaos in which they live, Amerikanos slander, create conspiracies, lies, innuendos. Death panels for old people and socialized—British! Canadian! French! --medicine. God forbid the government try to force the rabid rabble to change its behavior. Nothing works except the septic system of the Amerikan dream. The collective imaginary only believes its own phantoms. Reality or truth are irrelevant.


LA VERDAD DEL ESPEJISMO DE AMERIKA

LA VERDAD DEL ESPEJISMO DE AMÉRIKA

La reciente y continua debacle sobre la reforma en las políticas de la salud y las tácticas utilizadas para destruir el concepto del derecho universal al cuidado médico muestran claramente que el pueblo norteameriKano sufre de una permanente y perpetua deficiencia mental cuando se trata de responsabilizarse por el cuerpo público.

En otras palabras, nadie quiere pagar por otro a través de los impuestos necesarios para que todos tengan cobertura médica. Prefieren que el gobierno NO provea servicios. Prefieren que las compañías de seguros y el complejo médico-farmacéutico continúen el desvergonzado y abierto desfalco de los erarios públicos y privados. Al carajo con el cristianismo pataco. Rige en las iglesias el evangelio del egocentrismo: yo NO tengo que amar a nadie como me amo a mí mismo. Es por ello que adoran las armas de fuego, su verdadero Dios, marcador permanente de la subdesarrollada condición psíquica a través de la que adquieren su deleznable y fálica identidad nacional.

Una identidad totalitaria y fascista disfrazada de liberalismo inclusivo o de doctrina cristiana. Una identidad que produce el partido Republicano, cientos de denominaciones religiosas, los “perros azules” del partido Demócrata, adolescentes que degüellan familiares y cazan compañeros de clase, psicópatas que viven esperando el fin del mundo sentados sobre un arsenal, dispuestos a sobrevivir matando a sus vecinos.

Una identidad capitalista sin concesiones. Aquellos derechos que los demás países industrializados del mundo reconocen como fundamentales—derecho a la salud, derecho a la educación, derecho a la vivienda, derecho a la alimentación—son objetos de descarado mercadeo en AmériKa. No se proveen. Se venden al mejor postor. Se niegan a los que no tienen con qué comprar. Para proteger el caos en que viven, los Amerikanos inventan calumnias, montan campañas de mentiras y rumores. Paneles para matar viejitos y medicina--¡La Gran Bretaña! ¡Francia! ¡ Canadá!-- socialista. Dios libre que el gobierno intente obligar las masas rábidas a cambiar de conducta. Nada sirve aparte del sistema séptico del sueño ameriKano. El imaginario colectivo sólo cree en sus propios espejismos. La realidad—o la verdad-- es irrelevante.

POEMA: SOBERBIA

SOBERBIA

Envío un correo con varios textos.
Espero desesperado la respuesta.
Busco el buzón del hada cibernética
Varios contestan.

¡Ay, cuán gracioso lo que has enviado!
Lo leeré cuando tenga tiempo.
Te envío un abrazo solidario.
¡Tú sí que sabes escribir con los huevos!

Te han quedado bonitos los poemas
pero la prosa no me gusta tanto.
En realidad, el tema no me atrae.
¡Tienes que pensar en quién te lee!

Pero los niñitos medioescribientes,
las cincuentonas requete/maduras,
los despavoridos cuarentones,
siguen pariendo flema académica,

chorros de jugo manivapuleado
al pozo séptico de obras canónicas.
Ni modo. Me encierro con el tinto.
Con la rabia estupeimpaciente

No participo en sus obscenos
regateos. Soy el sobresaliente
de los anónimos. Que me digiera
la ignorancia de los cualquiera.


1.12.2008

Pollaroid 231: Viernes social en el viejo San Juan

231. VIERNES SOCIAL EN EL VIEJO SAN JUAN

¿Por dónde se comienza? Pues por El Owl, segundo piso frente al Parque de las Palomas (Uy, ahora es que caigo en cuenta. El búho frente a las palomas. Nadie en Puerto Rico sabe que unos se comen a las otras. Qué eróticamente poético. Sólo a un amerikano se le podía haber ocurrido.) Cada viernes todos agarramos para allá, chicos y chicas, incluyendo a mi hermanita, y en un ambiente integrado y muy democrático bebemos cerveza, discutimos los méritos o deméritos de los profesores, si tenemos suerte levantamos a un compañero/a de clase, hasta improbablemente completamos lecturas y tareas, y una noche inolvidable celebramos a todo pulmón el triunfo de Marisol Malaret, que sirve de pretexto para toda clase de grajeos y agarrones. Pero la celebración no puede ser más genuina. Gritamos y brincamos por cuenta de la casa hasta la una de la mañana. Es de las nuestras, ha tomado clases con muchos de nosotros, quién no conoce a la escultural y desenfadada nena que, clásico ejemplo del ideal de conducta de dragas y loquitas de alta clase media, es puta y dama todo al mismo tiempo.

Pero resulta que el negrito de la voz orgásmica, Nat King Cole, estrena un bar de su propiedad, The Sand and The Sea, y se ha regado que va a estar la noche de apertura. Tengo diecisiete años, pero jamás me han negado un trago por verme demasiado nene. Ricardo Pelatti, corpulento pero guapote, ofrece llevarme. Coño, qué bar de clase. Discretamente crepuscular, abarrotado con la crema y nata de intelectuales y capitanes de empresa, donde hasta las plumas son de Velazco, la joyería de Camilito, todo el mundo de gabán de seda o camisita de cocodrilito, corbata italiana, mocasincitos chichi comprados en La Esquina Famosa, quién se va a enterar. El Ricardo pide un martini bien seco. Yo no sé que puñetas es un martini pero nadie me lo va a contar. Ordeno lo mismo. “¿With or without?” pregunta el tarzán jíbaro que atiende el bar. Ricardo, discretito, deja caer la mano como si arrojara algo en una copa imaginaria. “With” respondo a la Noel Coward. Llega el pedido, pruebo el mío y me atosigo. Nunca he tragado algo tan horrible. ¡Mi madre, esto sabe a gasolina! Le informo a Ricardo que nanai, yo no me bebo eso. Pero no quiero desperdiciarlo, cuesta la friolera de cuatro dólares. “Fácil,” me indica mi compañero de aventuras, “simplemente alza la copa y mantenla en alto.” A los cinco segundos, una mano surge de la multitud y me arrebata el trago. Nada menos que otro de mis compinches de la facultad, el cachendoso Pepito Sarmiento, quien nos cuenta el cuento de Paquito Prado, totalmente en pelotas y cubierto con trescientas bombillitas, buscando un enchufe en un bayú navideño.

Para las noches de cacería hay que subir la cuesta. Justo frente al castillo queda su tocayo, el San Cristóbal. Presenta shows de dragas que imitan a la Guillot, la Fabery, la Blanca Rosa, palabrean boleros en mute mientras se van despojando de sus gasas, pero justo antes de acabar el numerito dramáticamente se arrancan las pelucas, revelando su verdadero sexo, cómo si fuera sorpresa. Eso a mí me aburre. Quiero ver machos exhibiendo las pelotas en jockeys, no a seudo hembras en pantaletitas de lentejuelas. Mis quejas llegan a la administración del local, y no sólo se cumplen mis deseos sino me dejan saber que tengo tragos gratis por un buen tiempo. Es el lugar perfecto para el levante. Nadie tiene tiempo que perder. Te gusta un tipo, medio troglodita pero entero, en la transición de los treintas o los cuarentas, oliendo a Old Spice, Russian Leather o Canoe, propietario de una mansión en Bayamón, casado, estadista, católico de cruz y clavos, Testigo o hasta Mita, qué importa -- te le sientas al lado, te paga un trago, te enseña las fotos de los nenes, dejas que su rodilla te roce o viceversa, en cinco minutos desaparecen las manos bajo la mesa, en diez minutos estamos pagando y camino a Piñones en su Lincoln Intercontinental o Cadillac.

Y claro. No puede faltar El Cotorrito, recién establecido y ya refugio de los aburridos de las altas clases sociales pero también icono de las clases populares, última parada obligatoria en Santurce cuando ya vamos de regreso a Río Piedras, Hato Rey, Puerto Nuevo, Caguas, porque hay que llegar bien pasadita la medianoche para agarrar el espectáculo más caliente, la clientela. Si tenemos suerte, el propio Johnny nos lleva a la mesa. No es un antro, a pesar de su siniestra reputación y más siniestro vecindario. Es allí que La Muñeca, hermana gemela de la Fabery en exhibicionismo hierático, teje las redes vocales con las que nos atrapa y nos mantiene mesmerizados, haciéndonos olvidar el dorado barato de la decoración, los tragos sobrecargados de hielo y el vestuario de segunda mano a lo María Victoria o Tongolele.

Pero mi favorito sentimental es The Golden Key, a la vuelta de El Owl. Una habitación larga, con prudente iluminación, cómodos juegos de mesas y poltronas, y en el fondo, un piano rodeado de taburetes. La música, jamás rompe-tímpanos, comienza a eso de las cuatro de la tarde, lo que hace del establecimiento el lugar ideal para un cóctel o una cerveza antes de una cena folklórica o turística y entretenimiento más subversivo en alguno de los antros de la calle Luna. Voy acompañado, en plan doméstico, o solo, en plan de ataque, y si tengo suerte salgo acompañado, camino al hotel Palace, donde jamás preguntan qué hace un amerikano maduro pero duro con un puertorrito caliente a la una de la mañana

domingo, 9 de agosto de 2009

DOS POEMAS NUEVOS

-REENCARNACIONES/ SIDA-

No puedo recordar
cuántas veces he muerto.
Moriré una otra vez
que será la primera.

Y volverá el terror,
la inservible batalla.
Ya no la guillotina
ni el orgasmo en la horca.

No el adormecimiento
de los miembros transidos
sobre el cuerpo en el hielo
ni la suprema prueba

del achicharramiento.
Nada de los leones,
la fiebre en el pantano,
o las inquisiciones.

No la tuberculosis
devorando el oxígeno,
ni carcomiente lepra
desmembrando los dedos.

No caeré de nuevo
cuando se abra la puerta
del coche que galopa
barrancos en la niebla.

Muerte nueva e igualmente
cruel. Mis miembros,
invadidos por los corpúsculos,
los medicuchos del imperio.

6.8.09

CARTA A UN HOMBRE DESCONOCIDO

Quiero saber
que no te dejarás morir en una cama.

Te largarás a cualquier bosque
donde te sientas como en tu casa.

Donde crezca el eucalipto, la cayampa.
Las abejas cortejen al romero.

Mirarás el paisaje y el poniente,
tal y como te arrojaron al mundo,

impecablemente bello, como te recuerdo
a través de innumerables vidas.

Y entonces, un cóctel preciso
que con el tránsito te ayude,

habiendo penetrado el tramposo
montaje de la naturaleza.

Hermes Psychopompos florece
en su desnudez enmascarada

para llevarte. Yo espero.
sobre mi propia piedra. He dejado

atrás la iridiscencia engañosa.
También desnudo voy al encuentro.

Partirás sobre un lecho de hierbas.
Partiré sobre una alfombra persa.

El mandamiento del Dios de los machos:
al señor seguirá el escudero.

6.08.09

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COMUNIDADES IMAGINARIAS

Escribe Mairym Bernal Cruz preguntándome por qué me duele tanto la pérdida de la “nación puertorriqueña” implícita en la selección de una Nuyorican, Sonia Sotomayor, para la Corte Suprema de Estados Unidos. Y le he escrito una contestación que merece pasarse al diario y al blog.

Alfredo, mira esta nota aquí abajo.

Yo no entiendo la tristeza de ustedes, o alguno de ustedes, que sienten que se ha perdido la lucha con la "nación puertorriqueña." Quiero poder entenderte a ti, a tu hermana, y tal vez a otros que han vivido tanto tiempo en EU. Dime, explícame. No es la tierra que pisan, la tierra que deben poseer? No es eso lo que en primera instancia hacen cuando se marchan a otro lugar? "la patria" no es el cuadrado de la loceta en que uno pisa? Ayúdeme Poeta.

mairym

Buena pregunta. Sigo a Benedict Anderson, para quien la nación es una "comunidad imaginaria" formada por el consenso de los que la ocupan (y fíjate que no digo habitan, ya que se trata menos de un espacio físico que psíquico). Yo me crío en Venezuela, pero como puertorriqueño. Asimilo el nacionalismo venezolano y lo proyecto hacia el imaginario puertorriqueño. Desde muy pequeño escucho a mi lugar de origen definido como "colonia"--término de tremenda connotación negativa, que implica ocupación física de un territorio por una poder extranjero. Envidio a mi hermana, a la que siendo venezolana mis padres le permiten un envolvimiento político que a mí me niegan (no te metas, que eres extranjero).. Se forma en mi una visión idealizada de la isla (recuerdo que me gustaba "South Pacific" porque me creía que puerto Rico era Bali Hai) que va a destruirse totalmente cuando me envían a vivir con mis tíos en San Germán. Entonces escucho por boca de mi tío que la colonia es buena porque la protejen los norteamericanos, y no debo compararla con esa "republiquita" llena de revoluciones de la que me acaban de sacar mis padres. Y así pierdo mi primera "comunidad imaginaria", los extranjeros de todas partes del mundo viviendo más o menos armónicamente en una pequeña parroquia de Caracas.

Ya en Puerto Rico, intento integrarme al movimiento independentista de la UPR--FUPI, MPI--pero vengo marcado por mi experiencia venezolana. No respondo al mensaje revolucionario fidelista porque me he criado de revolución en revolución, y no creo en ninguna. Cuando me niego a ir al ejército, la FBI puertorriqueña le hace la vida imposible a mis padres, a mí me sacan esposado de la casa frente a todo el vecindario, me van a arrestar al hospital donde me acaba de hacer una exploratoria de 7 horas. Nuestra familia rompe con nosotros, hasta el día de hoy (eran todos Army Brats).

Mas por otro lado, mi homosexualidad hace que jamás se me acepte en el grupo de los poetas machos de Guajana (aunque hoy en día digan que formé parte. No, no formé parte). Parto a NY para continuar mis estudios . . . y llego justamente en el momento de las grandes marchas de protesta, la marihuana y el amor libre, el discurso de la justicia social, el asesinato de King. Y se forma en mí una tercera comunidad imaginaria: los Estados Unidos como el más grande experimento social de la tierra. Cuando regreso a PR después de 4 años, así lo anuncio a mis padres. A los tres meses de haber llegado a PR ya estaba buscando trabajo en NY--(mi propio jefe en la UPR me había advertido que por mis ideas "radicales" probablemente no me renovarían el contrato, y que de quedarme nunca iba a terminar el doctorado).

Y claro, inmediatamente caigo en cuenta que tampoco quepo en esta tercera comunidad imaginaria llamada América, tan fundamentalmente apegada a un imaginario (lo que se creen que son vs. lo que en realidad son) totalmente falso. Pero si quepo en NY, cuidad llena de extranjeros tan parecida a la ciudad de mi infancia, donde paradójicamente se respeta a la "nación puertorriqueña" mucho más que en la propia isla. En otras palabras, los colombianos, cubanos, peruanos, argentinos, chilenos, venezolanos que me rodean ENTIENDEN la angustia de mi "puertorriqueñidad" imaginaria, porque ellos también habitan imágenes ideales de lugares concretos en los que ya no pueden o quieren vivir.

En cuanto al caso Sotomayor, su ascenso dentro del imaginario/mito norteamericano lo valida a los ojos del mundo,-cuando la realidad es otra. Lo pongo simple: es más valioso ser norteamericano que puertoriqueño. Sólo se puede alcanzar esa tan deseada cumbre dentro del imaginario norteamericano, que es "real"--Obama, Sotomayor, son la prueba. La idea fundamental de tal imaginario es la integración, la asimilación, la "buena vida"--la tarjeta verde, el pasaporte, el 4 de julio, el pastel de manzana, no las guerras de ocupación, el devorador capitalismo avanzado y la explotación de las masas impensantes. Los norteamericanos no tienen noción de "extranjero". Se creen que todo el que vive en su territorio debe integrarse a éste--de ahí la mánica inisistencia en "la ciudadanía", y el estribillo: “¿Y donde puedes vivir mejor que aquí?"

Así, mi cara Mairym, en las immortales palabras de Ray Bradbury soy "a stranger in a strange land"--extranjero en todas partes, totalmente conciente la condición irreal de todas las "comunidades imaginarias" que habito--(ah, bueno, y ni he mencionado la dominicana, que me abarca por parte de madre)--. Es por ello que no quiero tumba ni lápida--no quiero quedar en ninguna parte, excepto el mar. Por otro lado, me adapto a todas ellas, y con el mismo gusto me como un pastel que una arepa que un mangú o una sopa de remolachas a la checoslovaca. Y me quedo en NY--ciudad abierta y camaleónica.

Mira p'allá todo lo que me has hecho pensar esta madrugada desvelada.