domingo, 9 de agosto de 2009

COMUNIDADES IMAGINARIAS

Escribe Mairym Bernal Cruz preguntándome por qué me duele tanto la pérdida de la “nación puertorriqueña” implícita en la selección de una Nuyorican, Sonia Sotomayor, para la Corte Suprema de Estados Unidos. Y le he escrito una contestación que merece pasarse al diario y al blog.

Alfredo, mira esta nota aquí abajo.

Yo no entiendo la tristeza de ustedes, o alguno de ustedes, que sienten que se ha perdido la lucha con la "nación puertorriqueña." Quiero poder entenderte a ti, a tu hermana, y tal vez a otros que han vivido tanto tiempo en EU. Dime, explícame. No es la tierra que pisan, la tierra que deben poseer? No es eso lo que en primera instancia hacen cuando se marchan a otro lugar? "la patria" no es el cuadrado de la loceta en que uno pisa? Ayúdeme Poeta.

mairym

Buena pregunta. Sigo a Benedict Anderson, para quien la nación es una "comunidad imaginaria" formada por el consenso de los que la ocupan (y fíjate que no digo habitan, ya que se trata menos de un espacio físico que psíquico). Yo me crío en Venezuela, pero como puertorriqueño. Asimilo el nacionalismo venezolano y lo proyecto hacia el imaginario puertorriqueño. Desde muy pequeño escucho a mi lugar de origen definido como "colonia"--término de tremenda connotación negativa, que implica ocupación física de un territorio por una poder extranjero. Envidio a mi hermana, a la que siendo venezolana mis padres le permiten un envolvimiento político que a mí me niegan (no te metas, que eres extranjero).. Se forma en mi una visión idealizada de la isla (recuerdo que me gustaba "South Pacific" porque me creía que puerto Rico era Bali Hai) que va a destruirse totalmente cuando me envían a vivir con mis tíos en San Germán. Entonces escucho por boca de mi tío que la colonia es buena porque la protejen los norteamericanos, y no debo compararla con esa "republiquita" llena de revoluciones de la que me acaban de sacar mis padres. Y así pierdo mi primera "comunidad imaginaria", los extranjeros de todas partes del mundo viviendo más o menos armónicamente en una pequeña parroquia de Caracas.

Ya en Puerto Rico, intento integrarme al movimiento independentista de la UPR--FUPI, MPI--pero vengo marcado por mi experiencia venezolana. No respondo al mensaje revolucionario fidelista porque me he criado de revolución en revolución, y no creo en ninguna. Cuando me niego a ir al ejército, la FBI puertorriqueña le hace la vida imposible a mis padres, a mí me sacan esposado de la casa frente a todo el vecindario, me van a arrestar al hospital donde me acaba de hacer una exploratoria de 7 horas. Nuestra familia rompe con nosotros, hasta el día de hoy (eran todos Army Brats).

Mas por otro lado, mi homosexualidad hace que jamás se me acepte en el grupo de los poetas machos de Guajana (aunque hoy en día digan que formé parte. No, no formé parte). Parto a NY para continuar mis estudios . . . y llego justamente en el momento de las grandes marchas de protesta, la marihuana y el amor libre, el discurso de la justicia social, el asesinato de King. Y se forma en mí una tercera comunidad imaginaria: los Estados Unidos como el más grande experimento social de la tierra. Cuando regreso a PR después de 4 años, así lo anuncio a mis padres. A los tres meses de haber llegado a PR ya estaba buscando trabajo en NY--(mi propio jefe en la UPR me había advertido que por mis ideas "radicales" probablemente no me renovarían el contrato, y que de quedarme nunca iba a terminar el doctorado).

Y claro, inmediatamente caigo en cuenta que tampoco quepo en esta tercera comunidad imaginaria llamada América, tan fundamentalmente apegada a un imaginario (lo que se creen que son vs. lo que en realidad son) totalmente falso. Pero si quepo en NY, cuidad llena de extranjeros tan parecida a la ciudad de mi infancia, donde paradójicamente se respeta a la "nación puertorriqueña" mucho más que en la propia isla. En otras palabras, los colombianos, cubanos, peruanos, argentinos, chilenos, venezolanos que me rodean ENTIENDEN la angustia de mi "puertorriqueñidad" imaginaria, porque ellos también habitan imágenes ideales de lugares concretos en los que ya no pueden o quieren vivir.

En cuanto al caso Sotomayor, su ascenso dentro del imaginario/mito norteamericano lo valida a los ojos del mundo,-cuando la realidad es otra. Lo pongo simple: es más valioso ser norteamericano que puertoriqueño. Sólo se puede alcanzar esa tan deseada cumbre dentro del imaginario norteamericano, que es "real"--Obama, Sotomayor, son la prueba. La idea fundamental de tal imaginario es la integración, la asimilación, la "buena vida"--la tarjeta verde, el pasaporte, el 4 de julio, el pastel de manzana, no las guerras de ocupación, el devorador capitalismo avanzado y la explotación de las masas impensantes. Los norteamericanos no tienen noción de "extranjero". Se creen que todo el que vive en su territorio debe integrarse a éste--de ahí la mánica inisistencia en "la ciudadanía", y el estribillo: “¿Y donde puedes vivir mejor que aquí?"

Así, mi cara Mairym, en las immortales palabras de Ray Bradbury soy "a stranger in a strange land"--extranjero en todas partes, totalmente conciente la condición irreal de todas las "comunidades imaginarias" que habito--(ah, bueno, y ni he mencionado la dominicana, que me abarca por parte de madre)--. Es por ello que no quiero tumba ni lápida--no quiero quedar en ninguna parte, excepto el mar. Por otro lado, me adapto a todas ellas, y con el mismo gusto me como un pastel que una arepa que un mangú o una sopa de remolachas a la checoslovaca. Y me quedo en NY--ciudad abierta y camaleónica.

Mira p'allá todo lo que me has hecho pensar esta madrugada desvelada.



No hay comentarios: