martes, 7 de julio de 2009

Angel en el circo, Poema 9


-IX-

Adiós. De mil formas. Con todas
las palabras. Estos seres terribles,
entre los cuales hay uno con mi
nombre tatuado sobre su muslo
plumado, me obligan a seguirlos
agarrado al hilo fosforescente
de la ruta.

Definitivamente. Adiós. Salí a mirarle
la cara de la gente que se pasea con sus
cielos portátiles por entre las incontables
lágrimas que derrama
la tierra por los que han quedado
quietos sobre su regazo, y le forman
redes de capilares.

Por ellos, los que imaginaran el objeto, y cayeran
con los ojos abiertos, vivos hasta el último
tiempo, pero muertos en la memoria
de los transeúntes, es que renuncio,
me voy para otra parte
a la caza de alados.

Del más hermoso de los ángeles,
cuyo nombre me viste, y quien
sobre su piel color de infinito me
sostiene, para que le llegue
a conocer el íntimo olor de su
deseo, y la soberbia envergadura de sus alas.

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