martes, 7 de julio de 2009

POLLAROIDS MONTEVIDEO

193. MONTEVIDEO, OBERTURA.

Montevideo, 1991. Vengo por invitación del director de la Biblioteca Nacional, Rafael Gormensoro, a dictar un cursillo de cuatro noches para profesores de Educación Secundaria sobre lo que llamamos en los Estados Unidos “Gender Studies”. Me costeo el viaje y los gastos; los gastos de hotel están cubiertos. He conocido a Gormensoro en un congreso feminista en Puerto Rico. Ahora me toca conocer a su brillante pero controversial colega, Uruguay Cortazzo, a quien también llaman “Urugay” por estar vocífera y ferozmente fuera del closet. Trabaja para la estación radial del SODRE (donde nadie ha cobrado por meses), mientras hace investigación en la Biblioteca Nacional sobre sus dos pasiones: Delmira Agostini y Roberto de las Carreras, el dandy priápico del Modernismo uruguayo. Su ensayo sobre cómo Alberto Zum Felde platoniza la figura de Delmira, y que tuve la oportunidad de presentar por él en Puerto Rico, es de lo mejor que he leído.

Uru me recibe en el aeropuerto, me lleva al hotel, me informa dónde quedan los cines porno y las librerías, me advierte acerca de los “taxis”—putos callejeros que roban a los clientes--, me señala que hay sólo dos bares gay, uno “bueno” y uno “lumpen,” y me comunica ufano que hace semanas que anuncia mi cursillo sobre “sexocrítica” en la radio. También me cuenta que he llegado poco después de una manifestación popular a favor de la libre distribución de condones y en abierta oposición a la política (a)sexual de la dictatorial iglesia católica. Los manifestantes han marchado hasta la estatua del David de Miguel Ángel que se encuentra frente a la oficina de correos y le han encapuchado el pene. El tema del sexo una vez más está en el aire, así que la cosa va estar caliente.

He traído todos mis artículos sobre sexualidad y narrativa latinoamericana. Cada sesión dura dos horas, así que tengo tiempo para leer dos por noche e iniciar un diálogo. Gormensoro me ha indicado que los maestros toman estos cursillos por un motivo económico; les cuenta para un modesto aumento de sueldo. No espera más de treinta matriculados, pero ya ha recibido ochenta cupones de inscripción, lo que lo tiene un poco nervioso.

Mi primera noche, llevando mi sempiterna gorra roja, me dispongo a cruzar a la biblioteca desde el bar al otro lado de la calle donde nos hemos encontrado. Me pregunta horrorizado que si me voy a presentar en público con ella puesta, añadiendo que parezco un payaso. No entiendo el comentario. Le contesto que si la uso en Nueva York, bien la puedo usar en Montevideo. Pienso que probablemente cree que el rojo no es color apropiado para señores respetables, que me encuentro de nuevo en presencia del Senex, que de hecho el país entero se rige por el signo de Saturno, y el pobre Uru es el Puer que bate sus alas contra las rejas de la jaula. No sé que significa el rojo en la política uruguaya.

195. MONTEVIDEO, PRIMER ACTO

Mi primera noche.

Alrededor de ciento cuarenta personas apiñadas en el amplio salón de conferencias. Un público pétreo, estólido, impávido. He leído mi fantasía creativa sobre una utopía sexual, y el trabajo sobre canon y márgenes que presenté en Asunción. He dicho cosas que según Uru deben haber caído como bombas. . En Uruguay gobierna una izquierda institucionalizada con sus tabúes, prejuicios y vacas sagradas—entre las que se cuenta Ángel Rama, a quien he mencionado varias veces desfavorablemente. También he dicho que el fascismo es un componente de la psique masculina y que—horrores—la izquierda y la derecha comparten la misma ideología sexual. Todo lo cual, según Uru, ha sido “meterle un dedo en el culo” al t
out Montevideo, que vive desde y dentro de un marco ideológico cómodamente burgués y cómodamente izquierdista. No han habido preguntas. Los pocos que se quedan después que termino hablan de de Juana de Ibarburu vs. Delmira Agostini, o sea, la obsesión nacional. No habrá entrevista en la radio. Ésta ha ocurrido pero se la han hecho a Gormensoro, antes de que yo llegara, sobre un tema que ahora estoy seguro no le interesa en absoluto. No habrá publicación de mi trabajo. Lo ha hecho claro al comentar sarcásticamente que de publicarse la primera de las fichas de la Biblioteca Nacional (una serie de publicaciones monográficas que planea) sobre sexocritica, lo llama el presidente de la Republica y lo jubila.

Después que acaba el acto, Gormensoro nos llama a su oficina y le cae encima a Uru porque, según él, los comentarios que ha hecho al presentarme comprometen a la Biblioteca y a él mismo como Director

Uru es el Puer clásico en una cultura Senex. Gormensoro lo acusa de agresividad. Yo intento convencerlo de que es necesario seducir al público, llevarlo a admitir la posibilidad de que lo que uno dice esté correcto, aunque no esté de acuerdo con ello. Uru confiesa que desprecia/menosprecia al público. No se da cuenta, pero funciona como un contradiscurso quizás necesario mas apenas tolerado. Es el “homosexual institucional” cuyo brillo intelectual se utiliza pero al que es necesario recordarle, como ha hecho Gormensoro con inusitada violencia y bajo el pretexto de “sincerarse,” que, mientras desee participar o trabajar en lo suyo a través y con el beneplácito de las estructuras de poder, existen limites que no puede traspasar e imágenes/ ¿espejismos? que no puede violar. Los ídolos del llamado proceso cultural.

Gormensoro está furibundo porque las palabras de Uru--más o menos llamando a una “democracia sexual” que va desde el sadismo, el aborto y el uso de drogas recreativas a la eutanasia—pueden interpretarse como la posición oficial de la Biblioteca Nacional y la suya propia. Por ello nos enfatiza que es conservador y católico, que su labor consiste en “dotarnos de un espacio” en el que podamos expresar nuestras ideas —pero que ÉL no tiene que estar de acuerdo.

Además, utiliza una vieja estrategia divisoria, alegando que Uru me ha quitado el espacio y puesto en peligro mi presentación. Uru después me dice que me hubiese podido quitar la ropa y bailar desnudo sobre la mesa—el público hubiera reaccionado de la misma forma Estoy convencido de que Gormensoro estaba molesto
a priori, y que su exabrupto sobre la gorra, ese “eres un payaso” o “te ves como un payaso’ se puede leer como “vas a hacer el ridículo en público;” o “voy a hacer el ridículo en público por tu causa;” o “entre Uru y tú me van a hacer/ me están haciendo/ me han hecho-- quedar en ridículo en público.” Se me hace claro ahora que la entrevista que le hicieron en la radio le ha incomodado enormemente porque no quiere que lo asocien con el tema del cursillo.

El público incluía, me entero yo después, individuos que son parte integral de los mecanismos y estructuras de poder, la “mafia cultural.” En el grupito que se requeda, una chica me comenta que debí haber leído el resumen sobre el feminismo. Le recuerdo que el público había escogido no escuchar una tercera lectura. Le pregunto por qué no ha expresado su opinión, y deja saber que ya se la conoce en los medios locales como una feminista más o menos escandalosa, y que le ha dado miedo por los personajes que se hallaban en el público. Éstos ni vinieron a presentarse ni nadie, afortunadamente, me los identificó. Lo cual me ha hecho sentir bastante enajenado, como puerquito de feria.

Para colmo, la sala donde se efectúa el cursillo lleva el nombre de Francisco Acuña de Figueroa, un héroe cultural que ha escrito la letra del himno nacional. Gormensoro me señala en su despacho que me he sentado en la silla en la que se sentaba el prócer. Pero el tal prócer también ha sido el creador de la poesía libertina en Uruguay, habiendo escrito una “Apología del Carajo” (pene), dato que el irreprimible Uru ha zampado de entrada, aprovechando el momento para desacralizar a un ídolo nacional.

198. MONTEVIDEO, SEGUNDO ACT0

Segundo día. La empleomanía del SODRE se va a la huelga. Me paso el día saqueando las librerías de cualquier material por/sobre Carlos Reyles. Consigo primeras ediciones empastadas de sus novelas a $10 el volumen. Almuerzo en un restaurante cerca del hotel, donde un viejo camarero rígido y frígido me sirve una combinación de chuletas fritas con huevos fritos, papas fritas y tocineta. Cuando le comento que tal combinación es una invitación a una catástrofe circulatoria, me responde. “Usted debe venir de los estados Unidos. Sólo allá se preocupan de esas cosas.” Paso la tarde visitando los cines porno para bajar el colesterol, y compruebo una y otra vez que también los casados uruguayos pueden ser machos muy juguetones.

En el cursillo, el público, tan nutrido como la noche anterior, responde mucho mejor. He hablado de Amasijo por Marta Brunet y de Jauría, de David Viñas, con más tranquilidad. Una señora se me acerca y me dice, “Como mujer y lesbiana, lo amo,” el primer exceso de entusiasmo que observo en un uruguayo. Creo que alguna gente. me comienza a escuchar.

Ya en el hotel, intento ponerme la diminuta caravana de amatista que me he comprado, mas se me ha cerrado el agujerito por no haberlo usado desde que llegué al Paraguay. Rabioso me la introduzco en el lóbulo a presión, sangro, se me hincha la parte afectada, me reviento la oreja pero qué carajos, hay que desafiar a esta sociedad gris y pusilánime.

Tercer día. Como ayer, la conferencia fue todo un triunfo. Repartí los libros –les cayeron encima. Salí a tomar café con Gormensoro, su mujer e Ileana Renfrew. Ileana pide una grapa y el camarero le informa frígidamente que no es bebida para señoras. He leído mal al Gormensoro. Es un tipo que intenta hacer algo desde la más inestable de las posiciones. Nos explicó el delicado balance de poder que lo puso a él de director de la BN, y cómo no se puede dar el lujo de desbalancearlo, porque todos sus planes para la renovación cultural del país a través de su institución se vendrían abajo. Y ese es el origen de su ira con Uru; el que, hablando como representante de la biblioteca y del propio Gormensoro haya, por
épater les bourgeois, puesto en peligro ese delicado balance, tomando en cuenta también que lo que yo digo es nuevo, controversial y, según me lo ha asegurado ya medio mundo, puede ser utilizado por la “izquierda conservadora” para atacar los programas culturales de Rafael. . Por lo tanto hoy, en la clausura, tiene que hacer una aclaración. La esposa de Rafael informa que a Uru se le identifica no sólo con la sexocritica sino con la “liberación sexual,” eufemismo para promiscuidad y degeneración.


195. MONTEVIDEO, TERCER ACTO.

Mi último día. Entrevista en un canal de televisión. Uruguay Cortazzo me ha dicho que l
e tout Montevideo mira el programa porque es a la hora del almuerzo. Al entrevistador le interesa saber qué es SEXOcrítica. Paso media hora explicando que es la mejor traducción posible de lo que llaman en inglés “Gender Studies,” y que no me he inventado el término, que de hecho le pertenece a un erudito urug(u)ayo. Intento mantenerme lo más opacado, apagado, neutral, cerebral posible. Uru me informa que la entrevista ha sido todo un éxito.

Mi última noche, final de fiesta, triunfo total. Cincuenta y cuatro personas han asistido las cuatro noches, un nuevo record para la Biblioteca Nacional. Una señora se me acerca y me dice que ha comenzado a analizar mi poemario,
La voz de la mujer que llevo dentro, desde la estética becqueriana. Esto es, la mujer como “poesía” y como “musa” (poesía eres tú). Me divierte ferozmente tal enfoque, y le aconsejo que lo continúe, que si le sale algo publicable se lo hago aparecer en los ESTADOS UNIDOS (ja). Creo que la pobre mujer es “inspectora” o maestra de literatura.

Uru me lleva a casa de un pintor de apellido Farías donde las paso estupendamente bien junto al poeta Juan José Quintans, comiendo empanadas, hablando de las bondades del sexo con machos proletarios y admirando la envidiable colección de abrecartas Art Nouveau del anfitrión. Farías me regala unos dibujos de su serie “hombres gatos.” A eso de la una de la mañana Uru me lleva a la única discoteca gay de Montevideo. A los diez minutos ligo con un chico llamado Elvio Leal. Veinticuatro años esa noche; al otro día, veintiséis. Uru me da la dirección de un putero donde puedo alquilar un cuarto. Nos advierte la celestina que se ha dañado la calefacción. Follamos como conejos por no morirnos de frío, ya que no encontramos las frazadas. Al otro día aparecen en el tope del escaparate en la habitación.

Elvio es el más pobre de todos los pobres. Su gran sueño y meta en la vida: cruzar a Buenos Aires. Le dejo dinero, le pago el almuerzo, le entrego una maleta con toda la ropa--mi parka larga, levis, camisas, abrigos-- que no puedo cargar por los libros que me llevo. Embarco con un gran dolor de garganta, de oídos, fiebre alta. Aerolíneas Argentinas se atrasa tres horas de Buenos Aires a Miami. En Miami un inspector meticulosamente abre cada uno de los libros a ver si han sido agujereados. Al fin frígidamente me pregunta cuál es mi profesión. Le contesto igualmente gélido que mire mi pasaporte, en el que se lee “profesor universitario.” Llego a Nueva York casi delirante. Mi amigo Pedro inmediatamente me lleva a su médico. Tengo una tremenda infección de las vías respiratorias, el colesterol por las nubes, pero todavía no ha ocurrido la fatal baja de las células T.

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