miércoles, 8 de julio de 2009

CONGRESO RD IV

219. CONGRESO RD 1V
Viernes. Abersio se larga para Santiago a primera hora. El programa comienza casi con hora y media de retraso. Tengo el segundo turno, pero no se ha presentado ni la moderadora ni las otras dos ponentes—dos de las tres, divas dominicanas. Una verdadera erudita mejicana modera impromptu y meten a la inefable italiana. Leo lo mío—o lo hablo—y ella hace una excelente comparación, con clips, de “Como agua para chocolate” y “Eat, Drink, Man, Woman” en términos de cocina, sexualidad y relaciones familiares. Nutrido público de estudiantes, tomando notas. Un tipo que se identifica como de “relaciones públicas de la UASD” me pide la ponencia y le doy la copia que he llevado. No dudo que aparecerá publicada en alguna revista de la UASD con una firma que no es la mía.

Buseta, Casa de Profesores, otro retraso de una hora. Llega el panel sobre Literatura, enfermedad y SIDA, en el que no me habían dado participación, pero, siguiendo el libreto, la diva dominicana a la que le tocaba presentarse no aparece, así que el moderador me pide que llene el espacio y me encuentro en el único panel completamente de puertorros. Me toca último y debo decir que, como grupo, nos botamos. Sólo leo un poema, “Muerte,” de Pan errante, porque me interesa más dar un marco “teórico,” que monto con unas cuantas notas escritas a la carrera mientras hablan los demás. Nos alaban por nuestra “valentía” y alguien hace saber que la hemos hecho llorar. El moderador peruano, protegido de una diva argentina que quiere ser “loca” y ya parece un travestido, hace repetidos comentarios al efecto de que “Alfredo no se calla nunca” tanto cuando me presenta como cuando estamos interactuando en el panel. Él, en cambio, no parece tener nada más que gelatina entre las orejas.

Una de las mejores escritoras dominicanas nos invita a una cena en su casa. Nuestra directora informa que no va porque le interesa más ir a un pueblo cercano a ver el baile de los Atabales. Me largo para el hotel, dispuesto a encerrarme y descansar antes del viaje del día siguiente. Me encuentro con Aber, quien ha llegado y sale a escuchar un panel sobre cine. Cuando regresa, me informa que el panel; fue un desastre por falta de equipo técnico y que la conferencia de cierre sobre Fradique Lizardo Barinas—a quien le habían dedicado el congreso--se había cancelado, pero que la fiesta se va a dar. Total, que se organiza un grupo de una docena, llamamos un minivan y nos vamos.

Un exquisito apartamento de varios pisos en la zona colonial, lleno de arte, y una terraza con vista de la bahía. Abersio puede finalmente compartir con un buen amigo, quien le promete conseguirle copia de “Ciudad romántica,” la novela de Cestero que será la base de su disertación. Nos encontramos el grupo de cubanos—todos gente realmente interesante, pero la chica con quien había hablado muchísimo, no va. Los libros que hemos llevado nunca se ponen a la venta, ya que no se puede conseguir que la UASD se responsabilice por su seguridad o venta y monte una exhibición. Para no cargar con ellos, dejo instrucciones que se los den a la delegación cubana. Lo más probable es que no suceda.

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