miércoles, 8 de julio de 2009

CONGRESO RD III

216. CONGRESO RD 3
Jueves. Al colocar los anteojos en el mostrador del baño, se les cae un tornillo. Alterado, me afeito y me corto el lóbulo de una oreja, con el correspondiente baño de sangre.. Llegamos para el almuerzo, y el funcionario de la UASD a cargo de nosotros promete arreglar los lentes, pero mientras tanto ya he comprado un par de lectura, por si acaso. El almuerzo se efectúa en la Casa de Profesores al lado del malecón. Nos llevan en buseta. Buena comida, lindo paisaje al lado del mar . . . pero llegamos una hora tarde a los eventos, incluyendo mi lectura de poesía.

El día anterior me había encontrado con el peruano cuya novela se supone yo hubiera presentado en el congreso, si el programa no hubiese estado prehecho. Me reconoció por una foto que le había enviado por Internet. Resulta que dejó a Lima y ahora vive en RD. Había dicho que asistiría a mi lectura—pero cuando nos tropezamos me informa que había habido un nutrido público pero que, al no aparecernos, se había largado, y él mismo se tenía que marchar. Las ménades salen disparadas para su panel y nos dejan tirados, porque ni la moderadora, —dominicana--nos ha esperado.

Otras divas dominicanas tampoco se presentan, así que quedamos los que hemos viajado de Neva York.. Pero el funcionario de la UASD se aparece con mis anteojos arreglados. Hago de moderador impromptu, hay suficiente público. Brigidina lee un poema en italiano, “Penélope.” Un chico anuncia que también quiere leer y se dispara un horroroso poema “a su bella patria.” Cuando ya estoy por clausurar, llega otra estrella del patio y con una de las nuestras lee poemas de una tal Pastora Fernández—bastante buenos. Estoy despidiendo al grupo y llega otro, que se hace de rogar para leer unos poemas espeluznantes. Nos montan en la buseta—uno de los peores inconvenientes es precisamente reunir al grupo para transportarlo, porque siempre hay que esperar a alguien—y nos llevan al hotel porque nos informan que nos llevan al “Scherazade,” un restorán de lujo, para una cena cortesía de la rectoría de la UASD, pero NO SE PUEDE IR EN JEANS.

Así que a correr a cambiarse. El lugar, abarrotado. El merengue, en vivo, a toda boca—uno no puede oírse a si mismo o hablar con el vecino. Después de esperar casi una hora nos informan que, debido a la demanda, se ha acabado el filete así que irónicamente, tenemos comer pavo. ¡Y yo que había leído “Thanksgiving Dinner,” donde daba gracias de que en el Caribe no existiera tal pájaro! Apenas si pruebo bocado. Llegamos al hotel a medianoche, y cuando voy a sacar la insulina, bingo, ¡me han cerrado el minibar con llave por no consumir! Llamamos a recepción y, como no encuentran la llave, es casi a la 1.00 AM que al fin pueden abrirlo a marronazo limpio. Al parecer, el hotel ha estado cobrando el consumo en los minibares a los clientes pero no lo entrega a la compañía que los administra, y ésta ha decidido cobrárselas.

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