miércoles, 8 de julio de 2009

CONGRESO RD II

213. CONGRESO RD 2
Miércoles. Al prepararme para ir a la conferencia, a la que se podía llegar a pie desde el hotel porque era en la biblioteca de la UASD, para mi horror me doy cuenta que el día anterior había viajado con zapatos negros de diferentes pares, así que lo primero que hacemos es ir a la zona colonial. Pero imprudentemente nos vamos a pie. Entre las aceras destruidas y sin reparar y el tráfico de maniacos, nos echamos una hora. Compro unos Reeboks de $70 y nos gastamos otros $100 en discos: Felipe Rodríguez, Odilio González, Julito Deschamps, un combinado con las voces de tres excelentes cantantes dominicanos—Fernando Casado, Luchy Vicioso e Hilda Saldaña—y lo que para cada uno es la sorpresa: Aber al fin consigue el disco con los éxitos de Basilio, el cantante panameño de “Cisne cuello negro” y yo encuentro el segundo disco del declamador Jorge Raúl Guerrero, por el que me habían pedido $32 en Internet. Un pésimo almuerzo en un “restorán francés” donde sirven chivo con papas fritas porque “no hacen tostones”sale en $50. Regresamos molidos al hotel, y me quedo dormido encima de los lentes.

Por la noche, asistimos a un grupo de representaciones. Nuestras participantes divierten y hacen pensar con sus monólogos. El más cómico, el de la inefable española, quien sostiene una pelea con su estómago, al que llama “Manolo,” porque siempre está hambriento y la obliga a romper la dieta. Y por último, un divo perfomero del patio, Yiyo Robles, con un compinche, deja saber que resiente ser el único varón, aparecer de último, y actuar de gratis. Después de contorsionarse en escena, decide leer una ponencia—a esa hora—sobre qué es el performance a diferencia del teatro. Llego a la conclusión, viendo la grosera mamarrachada que ha hecho, que la diferencia es muy clara: el teatro tiene disciplina escénica, el performance no. La gente aburrida y agotada se le sale de la sala.

Después, buseta, zona colonial, “Zona Sur,” y un espectáculo de “micrófono abierto” con otra gran diva lesbiana del patio con fama de no presentarse—y no se presenta-- y luego Víctor Víctor. Le piden a uno de los nuestros que llene el hueco, pero la administración del local no puede arreglar luces ni micrófono, así que termina todo el mundo bailando. Yo he tomado una mesa al lado del escenario, donde nos sentamos con la españolita, ya que ménades y divas se sientan todas juntas. ¡Pues después de una hora me mandan a mudar para acomodar a un grupo de productores cubanos! Respondo a toda boca que no me vuelven a agarrar en uno de estos congresos. Para colmo, pedimos un sándwich cubano y nos informan que se tomará media hora. Nos paramos y tomamos un taxi al hotel.

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