martes, 7 de julio de 2009

Angel en el circo, Poema 3



-III-

En la tarde azul se desplaza
el acróbata con alas,
bajando por senderos verticales
de catedrales de campanillas.
El otro languidece
tras un velo de membranas
sin percatarse del mensaje,
el trino tibio de su doble.

Adentro le rodea una luz vaga,
un elusivo paisaje suspendido,
un sistema de líneas como manchas,
un código, un códice, una clave,
pies y zapatos perpendiculares.
Una osamenta que se curva
fluye hacia el río sin moverse,
baila la naranja.

Afuera, una estructura recamada
de líneas de arbotantes y paredes,
arcos que enmarcan nidos,
un cántico de tonos terrosos,
amasamiento de verdades de estuco.
Rostros serios de señores faunos
sostienen la torre bien formada
porque la forma el horizonte.

Afuera, lo vacío, trasparente,
opaco, denso, lleno de si mismo,
de castillos de metal que vuelan
y ojos enrojecidos;
de cenizas de incinerados,
y dormitorios de palomas;
de crucifijos con orejas
y atardeceres que se marchan.

Abajo, señoras de trajes floreados,
niñas con los pantalones apretados,
señores con botellas en las manos,

niños duros de todos los colores,
en los resquicios parados,
con los perros, con los vecinos,
con el tiempo, que se desnuda
para bañarse en la bomba de incendio.

Más abajo, temblor de tierra,
resquebrajamiento de la superficie;
seres vivos la están desgarrando
con las uñas de un deseo verde.
Hacen poroso lo impenetrable,
el pavimento saliva piedra,
llora el cemento, quebrantado.
Triunfa la hierba.

1 comentario:

Hilda Vélez Rodríguez dijo...

Ya anduve por aquí explorando tu mundo, leyendo, conociendo. Me alegra mucho que te animaras a publicar de esta manera.